CALZADO INFANTIL
El calzado infantil es un elemento muy importante a tener cuenta en el desarrollo de los niños, siendo necesario tener en cuenta una serie de nociones básicas a la hora de su uso porque pueden ser, en algunas ocasiones, contraproducentes para la evolución del pequeño.
Durante la primera etapa del niño, desde su nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente, se recomienda no hacer uso de calzado dado que el pie no tiene una función biomecánica, sino que tiene una función de agarre y, además, permite potenciar la función de los receptores sensoriales que se encuentran en las plantas de los pies, consiguiendo así una buena interacción con el entorno que le rodea (propiocepción). En este etapa se incluye la fase de gateo, desde los 6 meses a los 18 meses aproximadamente, siendo recomendable, como mucho, colocar un calcetín, aunque lo ideal es que el niño esté descalzo.
Pasado este periodo de tiempo, desde los 18 meses hasta los 2 años aproximadamente, el niño comienza a dar sus primeros pasos y mantener el equilibrio, adquiriendo poco a poco estabilidad en la marcha. En este rango etario, sigue siendo recomendable que el niño no utilice calzado, aunque podría utilizarse algún calzado sin suela (tipo calcetín) para protegerlo en terrenos en los que pueda sufrir algún daño en el pie.
A partir de los 2-3 años de edad, el niño deberá comenzar a utilizar calzado, aunque sigue siendo beneficioso que, en ciertos momentos, como por ejemplo en casa, camine descalzo. El calzado a utilizar debería cumplir con las siguientes características:
- Peso ligero: 500-600 gramos aproximadamente.
- Buena sujeción: cordones o velcros son los más recomendables.
- Contrafuerte: al principio deberá estar ausente y, conforme el niño vaya creciendo, adquirirá mayor dureza.
- Horma: deberá ser lo más recta posible y siempre respetando la forma fisiológica del pie, permitiendo sus movimientos y sin comprimir los dedos.
- Talla: se recomienda que el zapato tenga 1-2 cm aproximadamente más de largo para evitar conflicto con el pie durante su evolución.
- Suela: deberá ser flexible para permitir los movimientos fisiológicos del pie y no restringirlos.
- Material: tiene que permitir una correcta transpiración del pie.